La teoría del salchichón.
Dicho síndrome, también
atribuible al “espetec” del anuncio, es bien sencillo, lonchita a lonchita, que
no se nota, el salchichón se va dejando comer terreno hasta que no le queda más
que la cuerdecilla.
Sí, los docentes también sufrimos
el síndrome del salchichón, como dice Alfonso Guerra para con otros menesteres.
Y es que de poquito a poquito hemos pasado de ser maestros y profesores de los
hijos e hijas de los demás, a ser los padres y madres de los hijos e hijas de
aspirantes a maestros y profesores, pues a día de hoy, pareciera que cualquiera
sabe más de cifras y letras que Jordi Hurtado, y eso que no se interesen por la
teoría de los antiguos astronautas. Hemos tornado los papeles y mientras las
familias y sociedad en general, además de lamentablemente instituciones y
administraciones delegan problemas sociales y de desarrollo emocional y social
en la escuela, pareciera que las disfunciones o ausencia de las mismas se
generan en la escuela y se trasladan a casa cuando la escuela es fiel reflejo
de lo segundo, de las disfunciones o ausencias que se traen, no de las que se
llevan.
No es cuestión que nuestro
alumnado pase más tiempo en horario escolar que en su hogar, pues no es así,
pasan más tiempo fuera que dentro, es cuestión de que en el tiempo que pasan
fuera, sus progenitores asuman que es su obligación la de educar en primer
lugar para después complementar en la escuela, y no considerar que es al revés,
que les compete en primer lugar a los docentes, y luego, si eso, a ellos. Así
cada vez más, cual salchichón, nos van comiendo lonchita a lonchita y nosotros
dejándonos comer, y el salchichón no da más de sí, es decir, si ya de por sí
tenemos un currículo apretado que hay que cumplir, hacer de padre y madre de
veinticinco alumnos de media como que se nos antoja además de complicado,
imposible.
Quién no ha escuchado la frase
tan típica de que en respuesta a una mala actitud o contestación de un púber,
el interlocutor le contesta ¿eso es lo que te enseñan en la escuela? Pues de
esos barros estos lodos. No, mire usted, con toda seguridad lo habrá aprendido
en cualquier lado menos en la escuela.
Con esto no estoy culpabilizando
a las familias, o al menos no del todo. La sociedad ha evolucionado tan rápido
y de tal manera que ciertamente es difícil educar a los propios hijos pero
siempre lo ha sido, ahora quizás más debido a la falta de medidas de
conciliación de la vida laboral y familiar, la aparición y evolución de las
tecnologías y la dificultad de gestión del ocio y el tiempo libre, pero desviar
la responsabilidad a los docentes y a la escuela es además de injusto e
inviable, un error manifiesto. Disculpen las comparaciones pero es absurdo
obligar a los ciudadanos a hacer cursos para garantizar correctamente el
cuidado a animales domésticos y pretender que la escuela asuma la
responsabilidad que le es de competencia a los ciudadanos para con sus hijos e
hijas en el ámbito familiar y eximirles de culpa.
En definitiva, cada vez nos queda
menos salchichón del que ir comiendo y si hablamos de la cuerdecilla, cada vez
menos cuerda y todo abuso tiene su contrapartida, llegará el momento donde los
propios docentes vean su trabajo como el de cualquier trabajador que lleva a
sus hijos a la escuela, como un medio y no un fin, y el día que pase eso,
olvídense del salchichón.
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