De sombras y cavernas.

 



Como aventuré la semana pasada, hoy vuelvo a utilizar el mito de la caverna de Platón pero en algo que me toca más de cerca, la educación.  No voy a repetirme sobre el mito, pero sí recordar que la relación venía tanto en cuanto y cada vez más, nuestros políticos o responsables, legislan según las sombras distorsionadas que perciben de una realidad que es ajena al mundo educativo y a las necesidades reales de nuestras aulas, y más cercana a sus intereses políticos. No quiero decir con esto que se haga a conciencia, de hecho considero que hasta se hace con buena fe, pero desde luego más desde las alturas celestiales y menos para la tierra llana.

La primera sombra distorsionada que se suele esgrimir, y es que las estadísticas las carga el diablo, aunque no sólo este, es el mantra de a menos niños menos docentes. Pues no, el número de alumnado habrá bajado, pero eso no implica necesariamente disminución de docentes. Si en un aula entran quince alumnos y no veinte, se sigue necesitando el mismo número de docentes, la diferencia es que si se pretende una atención individualizada y una enseñanza/aprendizaje adaptada para cada alumno según su rendimiento y progreso durante el curso, es evidente que con veinte faltarían docentes, nunca sobrarían, pero más allá de esto, lo que se hace, no en todas las comunidades, alguna ya lo ha descartado, es que si en un curso hay quince de pongamos primer curso y diez de segundo curso, pues los juntamos a todos y así nos ahorramos un docente, aunque lo justo sería decir que o bien quince o bien diez, pierden uno, y si además sabe inglés, que imparta una sección bilingüe, o imparta matemáticas a un tercero que con la de cuarto que además es de educación física y el de quinto que es de música, ya me ahorro otro. Sin embargo, a lo largo del curso, incluso bien empezado el curso, sacamos programas concretos de apoyo de todo tipo, para mejorar el rendimiento del alumnado. Me pregunto qué sentido tiene con fines educativos que no puramente económicos no haber dejado las cosas como estaban, por muchos fondos europeos que nos lleguen a final de año natural o principio del entrante.

Tan lejanos estamos de la realidad que mientras nuestros centros siguen teniendo amontonados ordenadores en cajas o impresores 3D con el coste que han significado, no les dé para pagar el recibo de la luz, la caldera o limitar el número de fotocopias. Se nos llena la boca con planes competencias y coordinaciones de todo tipo que suponen para el docente un importante tiempo de su tiempo y del tiempo de los suyos, para hacer lo que ya hacían pero que ahora lo tienen que justificar para que el político o responsable se justifique o se cuelgue ese mérito que por ser parte de la vida diaria del docente no había reclamado como suyo.

A día de hoy la realidad, como nuestros celestiales cavernícolas, metafóricamente hablando en referencia a Platón, han diseñado la educación del futuro, es que o necesitamos más docentes con más horas dentro de la jornada para satisfacer esa burocracia tan bonita para atender las necesidades de nuestros políticos o menos alumnado por aula para poder atender las necesidades de estos. 

La realidad son los alumnos de carne y hueso, y el papel no deja de ser meras sombras de lo que trabajamos con ellos, y esto es una realidad irrefutable.

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