La legislatura del Profesorado.

 



Que conste que no lo he dicho yo, ha sido la mismísima Ministra de Educación, Pilar Alegría, que esperemos lo haya dicho sin mucha alegría, como coloquialmente se dice, pues empezamos a ser los funcionarios Mota, como el humorista, “hoy no, mañana”. Y para comenzar, lo primero parece que va a ser las condiciones salariales de los docentes en todo el Estado, eso sí,  vinculado al buen desarrollo docente.

Hombre, vamos a ver, defina usted buen desarrollo docente, porque para la mejora salarial basta con una homologación salarial en todo el Estado, que sería lo justo a día de ayer, no de hoy, y si a quienes más cobran actualmente se las mejora, pues bienvenido sea, ganamos todos. Pero volvamos al asunto que nos ocupa, porque las palabras son importantes, tan importantes que con ellas se puede hacer el amor o la guerra, y a veces ambas.

Quiero pensar que lo referido sea desarrollar la carrera profesional, tanto horizontal como vertical, emanada de un Estatuto Docente que defina tanto funciones, derechos como obligaciones, acceso a la docencia, a la función pública docente, así como a la jubilación, entre otros, porque faltaría licencias y permisos parejos en todo el Estado, complementos, reducciones, mismas plantillas para cada tipo de centro, ratios, condiciones de las aulas, centros y un largo etcétera. En fin, cosillas que quizás se les escape a muchos.

Lo que quizás chirríe un poquitín, es lo de “buen desarrollo docente” porque que yo sepa, salvo excepciones, el 99,99% de los docentes ya realizan ese buen desarrollo docente, pues existen mecanismos para detectar lo contario, e incluso muy de vez en cuando, lo encuentran. El problema y repito, es lo que transmiten las palabras y quizás no lo que se pretendía decir. Vincular cualquier tipo de subida salarial a lo que se nos presupone por defecto, no es precisamente lo apropiado para valorarnos ante la sociedad, máxime cuando apenas tres años se elogiaba a todos sin excepción precisamente por su buen desarrollo docente.

Y de tanto querer pensar, en positivo, también quisiera pensar que en nada tiene que ver con la nueva Ley de Función Pública, que obligará a una evaluación de funcionarios y empleados, pues el docente no trata con papeles, bueno, ahora por desgracia también, pero además de papeles, los docentes tratan con contextos socioeconómicos y culturales, con financiaciones de turno, con transportes, ruralidad, tejido empresarial, con familias de todo tipo y sobre todo y por encima de todo con todos y cada de su alumnado, a la vez.

La evaluación en ese caso, no pudiera ni debe ser los resultados del evaluado, pues quizás tuviera que terminar evaluando al propio evaluador, por no alcanzar un Pacto de Estado que de perdurabilidad al sistema, por no dotar suficientemente a los centros, por dictaminar leyes erráticas o fuera de contexto de la realidad y necesidad del alumnado, por desatender a las necesidades de sus empleados, y así un largo etcétera.

Pero oiga, ni Santa bajando de la chimenea o Melchor en camello, qué mayor alegría si realmente van a valorarnos como merecemos, y además por hacer lo que ya estamos haciendo, una estupenda labor docente, por encima de nuestras posibilidades, con obligaciones y tareas cada año aumentadas exponencialmente, y hasta ahora sin reconocer.

Estas Navidades, entre paquetes, no se olviden de la tarjetita que dice: “Vale por un Estatuto Docente y una carrera profesional digna para mis docentes que están realizando una buena labor”, aunque les recuerde a aquella vez que olvidó comprar a tiempo algún regalo, y tuvo que decir, “hoy no, mañana”.


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