Móvil o no móvil.
Pues depende, de para qué,
cuándo, cómo y cuánto. El móvil es como cualquier herramienta, no depende de
ella en sí misma ser buena o mala, es el uso que se haga de la misma la que va
a determinar el producto final.
Independientemente de la búsqueda
de intención a objetos inanimados, como medio de evitación de la propia
responsabilidad, el debate sobre las bondades o maldades del móvil se ha
trasladado a los centros educativos y son las propias familias, presumiblemente
las que facilitan el primer acceso a los móviles, los que solicitan su uso y
regulación dentro del aula.
Como viene siendo habitual, de un
tiempo a esta parte, se vuelve a buscar en los centros educativos y sus
docentes la panacea cervantina cual bálsamo de Fierabrás de los males que
sufren nuestra sociedad, a menudo generados por la propia sociedad.
Dudo mucho que un docente permita
el uso del móvil dentro del aula para cualquier asunto que no sea el
exclusivamente pedagógico, otra cosa bien distinta es el debate ficticio sobre
la autoridad del docente para obligar a nuestros púberes a apagar o negar el
uso del mismo dentro del aula, acción esta que casi les es imposible a sus
propios progenitores o tutores legales fuera del recinto escolar, y no sólo por
acción, también por omisión.
Imagínense que el móvil es
simplemente una goma de borrar. El alumno puede tanto usarla como no usarla, y
si decide usarla puede hacerlo para borrar, para jugar con ella, para tirársela
al compañero o incluso para tirársela al propio docente. Excepto en el primero
de los casos, el resto es un uso indebido de la goma que sin necesidad de ser
regulado, es obvia su corrección por parte del docente dentro del aula. Somos
nosotros mismos los que estamos dándole al móvil un valor para el alumno
desmesurado, y poniendo en duda la corrección de una mala praxis dentro del
aula, cuando tiene el mismo que una goma o un lápiz, herramientas que a tenor
del docente son educativas.
Pero lejos de ser contrario a su
regulación, soy más que partidario, aunque sea consciente de todo lo
anteriormente expuesto, principalmente por lo que evita. En primer lugar
evitará conflictos directos entre alumnado y docente, evitará casos de
buylling, ciberacoso, distracciones y un largo etcétera, pero no nos engañemos,
un alumno pasa cinco horas en un centro escolar, le quedan diecinueve fuera del
aula, y ahí es decisión de las familias su regulación o uso debido, es decir,
el para qué, cuándo, cuánto, cómo y dónde, aspectos que si se hubiesen
controlado desde que tuvieron acceso al primer móvil, no tendría que ser motivo
ni de debate ni de que yo estuviera escribiendo estas líneas el día de los
santos inocentes.
Por otro lado y para concluir,
una simple advertencia de los últimos estudios del mal uso de los móviles en
púberes, el fenómeno kindling, aumento
excitabilidad en las neuronas del sistema límbico que controla los circuitos de
impulsividad y manejo de la rabia, y el fenómeno scroll, cuando recibes
recompensas del tipo que sea, que hace aumentar la dopamina y que juntos a
nivel emocional, se traduce en insatisfacción, hedonismo, la cultura del ocio
por encima de todo, primando la inmediatez y disminuyendo la capacidad de
tolerar las dificultades.
Si usted me pregunta si debe
regularse el uso del móvil en los centros escolares, la respuesta es evidente,
pero evidentemente la regulación ni empieza ni acaba en el centro escolar, se
viene regulado de casa.
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