No, con nuestra salud no se juega.
Ayer marcó un
antes y un después para nuestra clase política, siempre acostumbrados a que
cada uno haga la guerra por su cuenta y riesgo, quedando todo en agua de
borrajas, a veces más interesados por beneficio propio que no por el general o por
hacer realidad las demandas, pero esta vez no, ayer la unión no sólo hizo la
fuerza sino también la evidencia.
En Cáceres,
Badajoz, Madrid, Teruel, Sevilla, Zamora o Tarragona, todos unidos, docentes,
policías nacionales, funcionarios de prisiones, jubilados y otra larga lista de
cuerpos de funcionarios afectados, junto a sus familiares, centrales sindicales,
sindicatos y asociaciones de todo tipo, de allá o de acá, de acá o de allá, más
cercano o lejano, en una unión sin precedentes, sin dejar a nadie atrás, en una
unión como nunca se había visto, con una sola voz, con una sola intención, con
un único propósito, con nuestra salud y derechos no se juega.
Y cuando hablo
de salud, hablo de todos, tanto los que hemos levantado la voz por ser
afectados de MUFACE, como aquellos adscritos al sistema de salud público, pues
no se trata de ningún privilegio que no estemos pagando tanto unos como otros,
pero es una evidencia que trasladar al sistema sanitario público más de un
millón y medio de mutualistas es colapsar cualquier sistema sanitario ya de por
sí saturado con listas de espera interminables y citas imposibles.
Pero vamos a
ponernos en casos más concretos que quizás no han contemplado algunos y
algunas, hombres o mujeres del pueblo sin el pueblo, que pueblo somos todos, han
obviado. La desaparición de la prestación sanitaria con aseguradoras privadas
dejaría a más de ocho mil funcionarios y sus familiares sin cobertura médica
fuera de España y en el caso de ser asumido el coste por el sistema sanitario
público, los costes serían para echarse a temblar; sólo la asistencia,
hospitalización, operaciones, urgencias, etcétera ni hablamos. Enfermos
crónicos en tratamientos específicos, o en procesos de tratamiento oncológico,
por ejemplo, deberán trasladar o dejar de seguir con los mismos procesos y
tratamientos a esperas de ser absorbidos por la sanidad pública, y cuando lo
hagan los que ya están recibiéndolo, verán retrasados los suyos ostensiblemente.
No, señores, con la salud no se juega.
Pero aún más,
qué hacer con aquellos que han superado los sesenta y cinco años, pensionistas
y jubilados que no podrán acceder ni queriendo a una sanidad privada, no ya por
querer ellos, por las condiciones de las aseguradoras.
Lo peor de
todo esto es que licitaciones hay periódicamente, cada vez que se acaba el
periodo acordado, pero esta vez a alguna mente pensante, o se le presupone, le
ha dado por decir que quiere acabar con MUFACE. Dicho y hecho, las aseguradoras
a especular y presionar desorbitadamente conocedores de la improbabilidad de
que eso ocurra.
Algunos
reconocerán esta famosa frase del senador que quiso derrocar a Cómodo: “No
pretendo ser un hombre del pueblo, sino
para el pueblo”, pues después de esta
demostración de unidad, de hermanamiento y en todo rincón y lugar de
nuestra geografía, aquellos o aquellas que presumen ser hombre o mujer del
pueblo, elegido o elegida por el pueblo, no debe ni puede obviar que fueron
elegidos para el pueblo, no para mantener su exigua cuota política de votantes
que le permita ser elegible por el pueblo o por quien designa al que rige la
salud del pueblo.
Saturnino
Acosta García Presidente de ANPE Cáceres.
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