8M, esencia, faro y guía.

 

      (Foto Periódico Extremadura https://www.elperiodicoextremadura.com/opinion/2025/03/06/8m-esencia-faro-guia-114981970.html )

Cada 8 de marzo, la voz de la historia nos recuerda el papel fundamental de la mujer en la sociedad, y en ningún lugar brilla con más claridad que en la educación. Allí, donde se siembra conocimiento y se cultivan sueños, la mujer ha sido siempre faro y guía.

De acuerdo en que todos los docentes, hombres y mujeres, somos la voz que orienta, la mano que guía y la mirada que comprende, somos en definitiva, algo más que la savia que nutre el árbol del conocimiento pero es innegable que si hay un espacio donde la mujer ha sido y sigue siendo imprescindible, es en la docencia.

Ser mujer y docente es el mejor de los referentes. La alumna que ve a una mujer liderando un aula, explicando con pasión, investigando, creando, toma conciencia de sus propias posibilidades. El alumno, que crece en un entorno donde la voz femenina, igual que sus compañeros masculinos, es autoridad y conocimiento, aprende a ver la igualdad como algo natural, no como una excepción. La escuela es el reflejo de la sociedad que queremos construir, y la presencia de la mujer en la enseñanza siempre ha ayudado a que esa construcción sea más justa, más equilibrada, más igualitaria.

Siempre he pensado que en la esencia misma de la enseñanza habita la femineidad, término éste últimamente muy usado, a veces traicionado, y muchas veces mal entendido, pero no solo como un rasgo exclusivo de la mujer, sino como una forma de ver y de sentir el mundo: la sensibilidad ante la injusticia, la empatía con el que aprende, la fortaleza ante la adversidad, la constancia en la tarea de iluminar mentes. La mujer, en su faceta de docente, es al mismo tiempo raíz y horizonte, historia y porvenir, cimiento y vuelo.

Aunque algunos quieran desvirtuarla, la femineidad, siendo la mujer su más noble expresión, es sinónimo de fuerza, de sensibilidad, de inteligencia y de vida, y por supuesto, la ternura que educa sin condescendencia, la voz que guía o la firmeza que corrige sin imposición, aunque no por ello debamos caer en el error de encasillar a nuestras docentes en un ideal de abnegación maternal por el hecho de ser mujer. Nuestras docentes, además de serlo también son toma de decisiones, responsabilidades e innovación y es responsabilidad de todos eliminar esos techos de cristal que nos recuerdan que la igualdad plena no es solo una meta alcanzada, sino un camino que debe recorrerse día a día, en la necesidad de garantizar que el esfuerzo y el mérito sean los únicos criterios que determinen el progreso profesional.

Por ello, en este 8 de marzo pongamos en valor y celebremos la esencia de cada mujer que educa, guía e ilumina como un faro la enseñanza, sabedores que su labor y liderazgo seguirán marcando el camino hacia una sociedad donde la igualdad no sea un ideal, sino una realidad incuestionable.

Saturnino Acosta García Presidente de ANPE Cáceres.




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