Del estrado al llano, la tarima.

 

       (Foto ElPeriódico Extremadura 01/04/25)
 

https://www.elperiodicoextremadura.com/opinion/2025/05/01/estrado-llano-tarima-116921646.html

 

Un buen día, sin consulta popular ni referéndum educativo, alguien decidió que la tarima, donde se imponía la voz proyectada del docente, podría ser una amenaza para el ideal de democracia, y como por aquel entonces todo lo que sonaba a altura, jerarquía o autoridad producía urticaria, se retiró.

Así, con un mandoble de destornillador, empezó la revolución pedagógica silenciosa que por desgracia terminó siendo mal entendida. Lo que empezó con ánimo de acercar la docencia y al docente con la enseñanza, el alumnado y familias, sólo ha conseguido bajar al docente al llano, pero para algunos, entendido como subir al resto a una tarima.

Desde entonces, también hemos ido bajando otras cosas, el nivel de exigencia, o como indican los últimos estudios, el volumen del respeto y la pasión por enseñar. Puede ser casualidad, no digo que no, pero cuando el docente deja de estar en su sitio, todo lo demás empieza a descolocarse.

Tanto hemos querido democratizar la educación y poner al mismo nivel a toda la comunidad educativa que cuando todo es horizontal, se pierde la perspectiva. Y sin perspectiva, uno no distingue quién es el maestro y quién el alumno, como si necesariamente y en todas las ocasiones el conocimiento necesitara del tuteo y compadreo para entrar en el cerebro.

En esa pequeña tarima cabía algo más que madera. Cabía el reconocimiento de una figura que guiaba, que enseñaba, que representaba algo más que un contenido curricular. Era el espacio simbólico del que sabe y comparte. Hoy, sin tarima ni red, el docente se encuentra muchas veces solo, en un aula donde todos están “al mismo nivel”, salvo que ya nadie mira hacia arriba. El liderazgo necesita una cierta altura, física, simbólica o moral, no digamos académica, y el aula no es la excepción.

No es que quiera volver ni al pasado ni a tiempos remotos,  de hecho uno puede impartir clase sentado en una pelota de pilates si hace falta, aunque la dignidad rebote poco, pero sabiendo que quien rebota sabe el porqué, cómo y cuándo rebotar, desde la autoridad académica y docente que le otorga el ser docente. Ni un colega, ni un monitor, ni el profe que juega al Fortnite en el recreo, el profesional que sabe lo que hace.

No pido que nos eleven al púlpito, ni que nos pongan trono ni siquiera que vuelva la tarima, pero, al menos, devolvamos al docente ese pequeño escalón, literal o simbólico, que le permita mirar el aula con perspectiva. Porque educar no es ponerse al nivel del alumno, sino ayudarle a subir al tuyo.

Con esto no estoy diciendo que todos los docentes puedan hacer lo que quieran, hay mecanismos y herramientas para alumnos y familias pero también para docentes, para denunciar y defenderse.

Tal vez sea hora de dejar de tener miedo a las alturas, aunque sólo sean de 20 centímetros, y volver a levantar, aunque sea simbólicamente, a quienes están llamados a guiar. Porque educar no es igualar por abajo, sino elevar.

Y para eso, qué quieren que les diga, una tarima ayuda, aunque no sea física, que yo tampoco la comparto, pero bastaría con saber dónde está cada cual.

Saturnino Acosta García Presidente de ANPE Cáceres.

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